Ámbito escénico

 

     El montaje de una obra dramática se realiza siempre en un ámbito escénico.

El ámbito escénico, por tanto, consta del escenario donde actúan los  cómicos y del espacio en que se sitúan los espectadores. Es evidente que ni el escenario tiene por qué ser del tipo convencional, o sea un espacio elevado cerrado por tres lados y abierto por la embocadura con su telón, ni el sitio destinado a los espectadores tiene que ser una sala con su patio de butacas y sus palcos.

 

Una obra puede montarse en la calle, en una plaza, en una sala de fiestas, en un restaurante, en un patio de vecindad, en una plaza de toros, o en el bosque bajo los árboles. En cualquier caso habrá que conseguir un lugar donde los actores puedan moverse libremente y otro, pegado a él, desde el que los espectadores puedan ver y oír sin dificultad.

 

Como consecuencia de estas variadas condiciones, en cada caso la puesta en escena adquirirá matices diversos. Requisito indispensable es que cada ámbito escénico propicie que espectadores y actores tengan conciencia de estar viviendo, cada uno desde su posición y función, la representación conjuntamente. El teatro exige estos rasgos de directo y convivido. En esto se distingue del cine o de la televisión, donde no puede haber relación personal entre actores y público. El teatro es, pues, un espectáculo vivo y compartido.

Evolución del ámbito escénico

 

      El ámbito escénico por antonomasia se sitúa en un teatro y ha ido cambiando con el tiempo. Los griegos crearon un tipo de ámbito escénico que luego, con algunas variaciones, heredaron los romanos. El teatro griego constaba de tres partes: la orquesta, la escena y el graderío. La orquesta (orkestra), situada en el centro, tenía forma semicircular y estaba destinada a los danzantes. Estaba cortada por la escena (skene) que consistía en un rectángulo alargado y angosto con uno o dos pisos cara al público que se levantaba como un palacio o templo. Entre la escena y la orquesta se situaba el proscenio, más bajo que la primera y más alto que la segunda. En el proscenio representaban los actores.

 

El graderío (koilon) se extendía escalonado desde la orquesta hasta la cima. Estos teatros estaban emplazados en la falda de una colina para aprovechar el desnivel. Su cabida era grande y su acústica perfecta, como se puede comprobar todavía en el de Epidauro.

Teatros romanos se conservan algunos en España, como los de Mérida y Sagunto.

 

A la caída del Imperio Romano el teatro decayó. Sólo los bufones, histriones y mimos actuaban en las calles. Durante la Edad Media, no obstante, el teatro volvió a surgir en el interior de las iglesias cristianas. Luego, del templo salió a los atrios de las catedrales y a las plazas contiguas, creándose así otros ámbitos escénicos. Era el lugar preferido para las representaciones de los misterios. En el momento actual todavía se representa El misterio de Elche en el templo de Santa María de dicha ciudad.

 

Pero el teatro religioso también tuvo representaciones en la calles con escenarios repartidos a lo largo de un trayecto que actores y público recorrían juntos como en Viacrucis cuando se trataba de la Pasión, o en procesión en otras festividades religiosas. En algunas ciudades españolas los actores se desplazaban para estas representaciones en carros que les servían de escenario, como sucedía en la procesión del Corpus. Estos carros todavía ahora desfilan en la procesión del Corpus de Valencia, donde los llaman rocas.

 

Con el Renacimiento se pone de moda un teatro que se denomina caja italiana por lo que se refiere al escenario. Este escenario tiene forma de paralelepípedo rectángulo y su cara cercana al público se abre al levantar el telón. Así deja ver la representación que se desarrolla en su interior: Un telar, sujeto al techo, permite cambiar los decorados, entre cuyos elementos destaca el telón de fondo, las bambalinas, situadas en lo alto y en posición horizontal, que ocultan el techo, y las patas, que son de tela como las bambalinas y cierran la visión por los lados. Las patas son móviles. A veces, en vez de patas se colocan los bastidores, que son rígidos y fijos en el suelo. Cuando alguien inoportunamente se asoma entre las patas o los bastidores, se dice que desafora.

 

La escena italiana del siglo XVI recurre a los decorados pintados y a la maquinaria complicada. Lope de Vega y Calderón en España y Shakespeare en Inglaterra buscan soluciones escénicas para su gran teatro.

 

En España se crean los corrales, construcciones especiales que igual podían ser patios de vecindad. El más famoso corral de comedias fue el de La Pacheca, en Madrid. En la actualidad se conserva todavía en buen estado y en uso el corral de Almagro, en la provincia de Ciudad Real. El escenario se adelantaba hacia el patio donde se colocaban de pie los espectadores de clase inferior, entre los cuales eran famosos los mosqueteros, temibles por sus alborotos. En los palcos laterales se situaban los espectadores socialmente más acomodados.

 

En Inglaterra la escena isabelina colocaba el escenario sobre un cuadro fijo adelantado hacia el público que lo rodeaba por los tres lados. Tampoco tenía telón y el conjunto del ámbito escénico ofrecía imagen circular.

 

Con el tiempo estos teatros se fueron perfeccionando; enriquecieron de comodidades las salas y dotaron de maquinaria más compleja los escenarios con el fin de conseguir rapidez y espectacularidad en las mutaciones de escena señaladas por los cambios de decorado.

Pero tantos esfuerzos e innovaciones llevaron a una conclusión: es imposible reproducir de forma realista todos los decorados exigidos por determinadas obras. Y además, innecesario.

 

Por consiguiente en la escena contemporánea se crean ámbitos escénicos que destacan a veces por su espectacularidad, que no por su realismo: teatros circulares con escenario en el centro, escenarios giratorios, plataformas móviles... Y también ámbitos escénicos sobrios, desnudos de escenografía, con sencillas cámaras negras o de otros colores o con cicloramas que permanecen fijos durante toda la representación. Elementos escenográficos muy simples, y maravillosas combinaciones de luces, de acuerdo con la puesta en escena, hacen revivir la magia de un teatro que no quiere engañar a nadie con apariencias de realidad, pero sí pretende seducir con efectos plásticos y visuales inesperados.